Dos poemas de Karmelo C. Iribarren
Luces de madrugada
Se acaba de
encender
una ventana
en el edificio de enfrente.
Ha sido como un breve fogonazo,
como un pequeño flash.
Un niño de meses
-piensas-,
o la próstata de un viejo,
o algún insomne como tú,
o alguien que llega demasiado alegre...
Por último
se abre paso
la llamada de teléfono, esa
que parte para siempre la madrugada
en dos,
y a veces la vida también.
una ventana
en el edificio de enfrente.
Ha sido como un breve fogonazo,
como un pequeño flash.
Un niño de meses
-piensas-,
o la próstata de un viejo,
o algún insomne como tú,
o alguien que llega demasiado alegre...
Por último
se abre paso
la llamada de teléfono, esa
que parte para siempre la madrugada
en dos,
y a veces la vida también.
Nada nuevo, como siempre, aquí
SENTADO en la terraza, viendo
pasar la tarde. En una mano
un cigarrillo y en la otra
una Heineken. Chandler sobre
la mesa. Considerando si
llamarla o no. Si leer o no.
Optando al fin por seguir
emborrachándome, y sin ningún
remordimiento de conciencia.
pasar la tarde. En una mano
un cigarrillo y en la otra
una Heineken. Chandler sobre
la mesa. Considerando si
llamarla o no. Si leer o no.
Optando al fin por seguir
emborrachándome, y sin ningún
remordimiento de conciencia.
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