Un poema de Erica Jong
Envidia de pene
Envidio
a los hombres que pueden anhelar
con
infinita vaciedad
el
cuerpo de una mujer,
que
esperan que su anhelo
haga
un niño,
que
su oquedad misma
fertilice
lo oscuro.
Las
mujeres no se hacen ilusiones sobre esto,
ya
que son a la vez
casas
y túneles,
copas
y las que escancian el vino,
ya
que conocen el vacío como estado temporal
entre
dos plenitudes,
y
no ven en ello ningún romance.
Si
yo fuera hombre,
condenado
a esa infinita vaciedad,
y
no teniendo alternativa,
encontraría,
como los otros, sin duda,
una
mujer
para
bautizarla Vientre de Luna,
Madona,
Diosa del Cabello de Oro
y
hacerla tienda de mi deseo,
paracaídas
de seda de mi lujuria,
icono
ojiazul de mi sagrada comezón sexual,
madre
de mi hambre.
Pero
ya que soy mujer,
debo
no sólo inspirar el poema
sino
también escribirlo a máquina,
no
sólo concebir al niño
sino
también darlo a luz,
no
sólo dar a luz al niño
sino
también bañarlo,
no
sólo bañar al niño
sino
también alimentarlo,
no
sólo alimentar al niño
sino
también llevarlo
a
todas partes, a todas partes...
mientras
que los hombres escriben poemas
sobre
los misterios de la maternidad.
Envidio
a los hombres que pueden anhelar
con
infinita vaciedad.
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