POEMAS DE ENRIQUE WINTER



ENRIQUE WINTER (Chile, 1982) ha publicado en once países y cuatro idiomas los poemarios Atar las naves, Rascacielos, Guía de despacho y Lengua de señas, además del disco Agua en polvo y la novela Las bolsas de basura. Traductor de Dickinson, Chesterton, Larkin, Howe y Bernstein, ha recibido los premios Víctor Jara, Nacional de Poesía y Cuento Joven, Nacional Pablo de Rokha y Goodmorning Menagerie, entre otros, y las residencias de narrativa de la Sylt Foundation en Alemania y de la Universidad de los Andes en Colombia. Abogado y magíster en Escritura Creativa por NYU, dirige el diplomado homónimo de la PUCV.





UNA POÉTICA
en esta esquina la palabra del poder
                     y en esta otra el poder de la palabra





EL TREN Y EL BUS PARECEN FALOS PARECE UN FALO ESTE AVIÓN
pero ninguno entra al mar     al mar no se entra así     como bala
ni se distingue adónde termina para que empiece el cielo
de la noche a la mañana luego de confesar al oído una adoración
imposible si se atiende a que la esposa volvió del viaje temprano
y con las pilas cargadas para jugársela

del mar no se puede cortar un trozo y la noche sigue adentro
del saxofón perdido     cuando alguien era bueno en algo decían
que era un balazo afuera se oían y ya no eran tan malos dichos
así de golpe como se encuentra a la adorada de los ojos sin cejas
y se la imagina bajo copos de nieve o flotando entre galaxias punks
siempre de casualidad y a oscuras durante el baile en el que todos
se mueven por fuera de sí mismos y ella pinta sus labios

los ojos discurriendo como peces ángel cuando miran fijo
o mojados a vista y paciencia de ojos ajenos peces ángel tintinean
la noche como el auto que ha quedado en pana y sin embargo
se mueve

cómo tener hambre entonces de día cuando los colores de la fruta
y de la cáscara sus matices se velan entre los pliegues del rollo foto
gráfico o abdominal cuál el melón y cuál la barriga
                                                                               dónde termina el
mantel y empieza la mesa tomando vino luego café y concho de vino
mezclando ambos colores en el lienzo que es un brazo bronceado
por ejemplo pero la suma de esos sorbos da el gris de los soldaditos
de plomo con los que jugábamos cuando éramos un balazo y el gris
tiene un límite
                       jurar que la plata del peaje iba para quien lo cobraba

por la tarde un trozo de torta     el manjar parece pegar los bizcochos
desde arriba hacia abajo como fragüe entre baldosas u órdenes
militares religiosas políticas y por qué no familiares     cuesta ver
las hojas redondas apilándose una con otra las lunas aplastadas
en manjar y esparcidas de este a oeste un helado que son dos

cortes y el volumen que sale en forma de ve es una nueva invitación
a solo los desesperados que parten cuando llegan     no los que están
los que son desesperados y a quienes les gusta la plata que no es lo
mismo pero es igual y si esto fuera poco el cielo de la torta
                                                                                            lavado
ante el espejo donde descubrir que escondía una dulzura mayor
a una conversación de ojos marrones como el manjar en los de esa
adoración imposible que recuerda los gráficos de torta     el entero
y la parte mientras comparte otra casualmente
servida el lunes con dos tés para devolver el libro y la libreta
olvidados en su cartera durante aquel trasnoche feliz
                                                                                  caen risas de la
boca y tuercas     si es una tuerca confiamos que un día la máquina





las tuercas y perillas disgregadas
se frotan sin idea alguna
de la tele el reloj y radio

desarmados de niño e imposibles de volver a

las termitas que vuelan solo para aparearse
luego cuelgan las alas a esta lámpara de papel

con el temblor cayeron de a pocas luminosas
alas en espiral

en el café flota una taza
trató de verla como la veían

la piel un filtro de café cuando el café es el mundo

y de lavar los pantalones solo
agua y luego con agua repetirlo
hasta borrar las manchas perdiendo

la cruz del sur en los bolsillos o
un manojo las llaves de un cerrojo
abrían un portón

un día le gustará todo y un día se le quitará





es su mirada tan pesada que gruesa no es
la ojera que chorrea al joven marinero
sobre la pierna verde en la rodilla

el verde de las hojas remojadas
cualquier tipo de hoja en un árbol bajo lluvia
cuando se es un martillo todas parecen clavos

puede encumbrar su aliento volantín mientras
el ancho labio tras tragar los peces
con alas que terminan en la ve del pecho

donde otros ya resbalan
la vuelta de carnero por eso el cielo tan turquesa
las algas son sus líneas y un par nutren al joven

los ojos también son comillas
van al revés citan algo que está en el mar





los skaters de plaza victoria los leones y las estatuas
de primavera verano otoño e invierno robadas al perú las
palmeras edificios con vista al mar el mar que no se ve pero se
adivina donde acaban las luces
                                                acá tampoco hay luces ni es el mar
no son sus amigos son sus compañeros de trabajo
no son sus amigos son su competencia en la escritura
no son sus amigos estaban ahí cuando llegó
                                                                    no tiene
nombre quien describe esto su nombre lo balbucean
niñas desafectadas
                                   el aire en los ojos instalado ahí en los bordes
de vulvas frutillas damascos mordidos los bulbos
                                                                             una marca
que no junta las migas acumuladas sobre el escritorio     mesa
para escultores de torsos que rotan y tocan el timbre a deshoras
la marca de su nombre debe quebrar
pagarse a las acreedoras preferentes y liquidarse
por la mujer de turno los skaters de plaza victoria los leones y las





cedía que la palabra
es una cosa y si es una cosa
lo más probable es que sea
como la oreja una herida

o esos paréntesis     entre la ceja y la pestaña
para lo visto

cómo confiar en un aceite
así de transparente y claro
luego de sopaipillas
pasadas y empanadas
fritas las papas y refritas

cedía que la palabra
es un encierro narrado con aire

entonces solo caben dos opciones
para la palabra maltrecha
y devaluada porque esto se trata
de cuánto compra
                             o de mirar las nubes en la luna
y decir a qué se parecen
     creaturas de mar carroza con caballos
     un jinete con una herida en la cabeza
     bordes de cinta adhesiva recién quitada
     del aviso     se arrienda bajo el influjo del alcohol la lluvia

la primera opción aislar las venas
que la irrigan presionando pulgares
sacar todo lo que no sea
la herida misma
                         pus cuchillos
y sellarla con un parche curita
por ejemplo para que deje
de sangrar y no moje ni se lea
ya como herida la palabra
se piense un parche como
cualquier otro los miles
de parches producidos
por los niños de china

otro respondía que no que
la sal pica pimienta y la salpica
aquí verde y ají
del gas por tubería al fuego
en la sartén saltan las sales
sobre la herida que no sana

cuando se escribe con condón
pero quién querrá leerlo cuando llegue raja del trabajo





en esta esquina la palabra del poder
                     y en esta otra el poder de la palabra

                                                        la segunda opción es abrirla
ensancharla más allá de la carne haciendo un océano de ese punto
rojo nadar crol en ella hasta más adentro gritando en cada boqueo
estilo mariposa de donde el cuerpo supiera que estaba herido
traspasarlo si es posible dejar a la sangre de los peces brotando
en oleadas que pasen por ahí hasta por casualidad rumbo a otros
miembros que la requieran algas incluso por las calles submarinas
un maremoto que por la herida abierta de la palabra manen todas
las palabras una sobre otra mojando hasta los cerros tan opacas
que no se viera el rojo volviéndose el café de grano de los troncos
por capas y leerlas todas horizontales como paisajes y verticales
retratos del fracaso pasional porque nadie lee menos un graznido
de pájaro viniendo a la tierra revuelta cuando es maleza aún y nada
en la sangre hasta aletearla amarilla del aromo y del aroma de la azul
herida el arma y presagia a un extraño en el gimnasio de la muerte

pero lo de aislarla lo cedía sinceramente como opción

                                  palabra
                                  blanca y hueso

                                  fuera
                                  del cuerpo la
                                  noche amanece

                                  limpia como la hija
                                  en el primer día de clases

                                  parche en la boca
                                  ambas palabras un castigo
                                  una herida la segunda

                                  a lavársela con jabón
                                  diciéndolo

sin lectura ni más sangre de la prometida por ella como herida
otro respondía que no que
somos mucha gente y más los lugares sin gente





y ojo el grano del papel ha enterrado el resto de los sentidos
arrastrando la quinua y el cuscús fuera de donde estira la toalla

cedía
devolverle a los poros lo que las palabras
les robaron     el mundo nada menos
si no me toco un pie con el otro no sé si estoy
descalzo     devolvérselo en uso de las mismas palabras
vida para las lenguas manos narices y orejas muertas
vida a través de su propio asesino
                                                     con perdón sin olvido

los agujeros en la piel para que entre el día pulsando
en los tapones
                        la sombra sobre la palabra sombra
me engaña la creo un doblez del libro de anatomía     traducir así
páginas transparentes de órganos huesos piel una sobre otra
al tacto tácito
                      cuando invoca un recuerdo es que lo crea

había perdido la sana costumbre
de ponerle nombre a las cosas que quiero

que la palabra deje de llegar tarde a ellas     a puro nombrarlas
con los ojos y solo ven un lugar a la vez
     cuántos seres sabrán que hoy es domingo
que el amaretto del helado ya está en la almendra

y la chorrea     la almendra anticipando el sol
como las flores del aromo
cabecita de aromo me cedía también cachancho
si es una cooosa     exclama cuando le parezco tier

no nombraron colores los antiguos
en rojo negro y blanco aglutinaron
los que vieron     importa si mate o brillante si seco o húmedo

no tomaron piscola los antiguos
y un hielo en la piscola parece un ojo de los tuyos
nunca olvido una cara

     esto que escribo     viajó al futuro     en que se lee
y para hacerlo     es al pasado     donde viajas

a mi pasado no al de los antiguos
pero nada es tan espantoso como quien lo cuenta cree que es

la nostalgia un cuchillo de cocina
                                                    o la mancha que limpias con el dedo
                                                    y ya no está en el dedo ni en la mesa

cedía que el fin es el fracaso pero el fracaso no es el fin
el ánfora pecera el macetero las cajas de herramientas costureros

cuántas cosas existen que no necesitamos
para decirte cuánto vales requiero números y puntos
comas y aquí no hay

que la calle me calle
entre lo que las cosas dicen
y yo     golpeo de ventanas     y nada más podría
leer del soplo si es que apago la música o se mete
entre lo que las cosas dicen
y

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